Cuando la burocracia sustituye la educación: la amenaza que ahora enfrenta la enseñanza privada
La raíz del problema: el exceso de control
Uno de los hallazgos más reiterados en los informes del Estado de la Educación es que la gestión del MEP se ha vuelto un fin en sí mismo. Durante años, el ministerio ha confundido administrar con educar, acumulando trámites, evaluaciones y reportes que consumen tiempo y energía de los profesionales docentes, pero que no aportan a la enseñanza real.
El resultado está a la vista: estudiantes que avanzan en el sistema con aprendizajes cada vez más pobres, mientras los educadores ven reducida su vocación a cumplir con formularios. La administración terminó devorándose al educador.
La trampa burocrática
El sistema público cayó en una lógica perversa: más valor a los indicadores administrativos que a las experiencias de aprendizaje en el aula. Se privilegia el control centralizado, las planillas y los reportes sobre la calidad del proceso educativo.
Esto ha erosionado la autonomía del docente y, en consecuencia, el derecho del estudiante a recibir una educación significativa. Es la paradoja de un ministerio que, en nombre de garantizar calidad, terminó sofocándola bajo montañas de trámites.
El nuevo frente: la educación privada
Lo preocupante es que esta misma mentalidad empieza a trasladarse al ámbito privado. En lugar de aprender de lo que ha funcionado en colegios y universidades privadas —su capacidad de innovar, adaptarse y priorizar al estudiante—, el MEP pretende replicar en ellos el mismo modelo de control que llevó a la crisis del sistema público.
Cada año, nuevas exigencias burocráticas van absorbiendo tiempo y recursos de las instituciones privadas, obligándolas a invertir más en papeleo que en pedagogía. Es un proceso silencioso, pero evidente: poco a poco, se intenta “uniformar” la educación bajo criterios administrativos, no académicos.
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El riesgo de repetir la historia
Costa Rica no puede darse el lujo de que el desastre del sistema público se replique en el privado. Si algo ha sostenido a la educación costarricense en los últimos años ha sido la resiliencia de muchos centros privados que han logrado mantener altos estándares pese al entorno adverso. Si se sofoca esa autonomía con exceso de controles, se perderá una de las pocas fortalezas que aún tiene nuestro sistema educativo en su conjunto.
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Un llamado a repensar el rol del MEP
El MEP debe entender que su misión no es administrar trámites, sino garantizar educación de calidad. Para eso necesita reorientar su papel: menos control burocrático, más apoyo pedagógico; menos papeles, más confianza en el profesional docente; menos uniformidad, más espacio para la innovación.
Y, sobre todo, debe respetar la autonomía de la educación privada, que no es un privilegio, sino un derecho protegido por la Constitución.
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Conclusión
La enseñanza es un acto profundamente humano que se construye en el aula, en el encuentro entre profesor y estudiante. Cuando la burocracia invade ese espacio, lo vacía de sentido. Ese ha sido el error histórico en la educación pública, y no podemos permitir que ahora se extienda a la privada.
Si realmente queremos una Costa Rica con mejor educación, necesitamos un MEP que confíe en los educadores, que los libere de cargas innecesarias y que respete la diversidad de modelos educativos. De lo contrario, seguiremos confundiendo control con calidad, y terminaremos perdiendo lo más valioso: el derecho de los estudiantes a aprender.